Espiritualidad

Plegaria Ojibwa

Posteado por en junio 16, 2014 en espiritualidad | 0 comentarios

Oh Gran Espíritu, cuya voz oigo a través del viento y cuyo soplo da vida a todas las cosas, escúchame. Voy hacia ti como uno mas de tus numerosos hijos; soy débil… soy pequeño… necesito tu sabiduría y tu fuerza. Permiteme caminar entre la belleza, y haz que mis ojos perciban siempre las púrpuras y encendidas puestas de sol. Haz que mis manos respeten las cosas que has creado, y da agudeza a mis oídos para que puedan oír tu voz. Hazme sabio, de modo que pueda comprender cuanto haz enseñado a mi pueblo y las lecciones que haz escondido en cada hoja y en cada roca. Te pido fuerza y sabiduría, no para ser superior a mis hermanos, sino para ser capaz de combatir a mi mayor enemigo, yo mismo. Haz que esté siempre preparado para presentarme ante ti con las manos limpias y la mirada alta. De manera que, cuando mi vida se extinga como se extingue una puesta de sol, mi espíritu pueda acudir a ti sin nada de que avergonzarme. Plegaria...

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El Amor

Posteado por en junio 16, 2014 en espiritualidad | 0 comentarios

El Amor …Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que bronce que resuena o platillos que aturden. Aunque tuviera el don de profecía, penetrara todos los misterios, poseyera toda la ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera en limosnas todos mis bienes y aunque me dejara quemar vivo, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es mal educado ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor no pasará jamás. ……… (Nuevo Testamento. Primera carta de San Pablo a los Corintios 12.31 –...

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El juicio contra otros

Posteado por en junio 16, 2014 en espiritualidad | 0 comentarios

El Juicio contra otros Recuerdo una vez que en el colegio estaba teniendo problemas con un estudiante de mi curso. Todo lo que este niño hacía me irritaba mucho, y anduve durante semanas lleno de juicio contra él. Pregunté a mi padre y maestro acerca de esto, y él me dijo algo que nunca he olvidado: «Cuando traemos juicio a los demás, estamos trayendo juicio hacia nosotros mismos.» Lo que el maestro me enseñó fue que, aunque sólo fuera por eso, necesitaba abstenerme de juzgar a este chico, ya que eso sólo iba a hacerme daño a mí mismo. Por supuesto, hablamos largo y tendido acerca de por qué el juicio estaba ahí en primera instancia. Una de estas lecciones es que cada uno de nosotros es un espejo para los demás. Cuando nos enfadamos por el comportamiento o los rasgos de otra persona, estamos realmente enfadados con ellos porque nos están mostrando una parte de nosotros mismos a la que preferimos no enfrentarnos. La verdad es que probablemente estemos demasiado asustados como para confrontarla. Nuestro juicio en contra de los demás es realmente un juicio en contra de nosotros mismos. Una enseñanza clave es que debemos reconocer la chispa de Luz que hay dentro de los demás. Pero antes de que podamos ver y aceptar la Luz que hay en los otros, primero debemos ver y aceptar nuestra propia Luz. La única forma de ver nuestra Luz es eliminando el dolor que la cubre. Significa dejar ir el juicio sobre nosotros mismos. Significa permitirnos escuchar a nuestros propios y dolorosos sentimientos. Y significa auto aceptar suavemente lo que escuchamos. Cuando la gente comienza a conocerse a si misma, siempre aparecen algunas trampas. Una de ellas es confundir restricción con supresión. Aunque es importante practicar restricción de nuestras reacciones y dejar espacio para que la Luz entre en la situación, también es esencial que nos permitamos expresar nuestras emociones profundas. La supresión es meter nuestras emociones en algún lugar lejano y fuera de nuestro alcance. Es una forma de juicio porque no nos estamos dando la dignidad humana para permitirnos la expresión honesta de quienes somos. A primera vista, estas reacciones pueden parecer las mismas, pero a largo plazo no lo son. Lo más probable es que si eres como yo, muchas veces seas impaciente contigo mismo. Cuando te deprimes o te asustas o te enfadas, piensas: «no debo sentirme así». Sí, tu objetivo es dejar de ser un esclavo de tus sentimientos. Pero al mismo tiempo, debemos saber que nuestros sentimientos traen mensajes para nosotros. Sólo sentándote pacientemente con tus sentimientos dolorosos y escuchándolos puedes oír lo que están intentando decirte. Piensa en ellos como niños gritando. ¿Por qué los niños lloran y agarran rabietas? Porque quieren ser escuchados. Y después de darles unos cuantos minutos de tu paciencia y tu total atención, muy a menudo se calman y siguen su alegre camino. Texto extraído de las enseñanzas del maestro Yehudá...

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