Enseñanzas de Roshi Ryu Nan

Posted by on junio 15, 2014

Enseñanzas de Roshi Ryu Nan

Dar

Nuestro nacimiento en este mundo se debe, sin dudas, al dar de la madre. Eso se llama amor, puesto que el amor no es otra cosa que dar. Dar es darse completamente sin esperar respuesta ni retribución.

El bebé lo sabe. Pero muy rápidamente nuestra frágil conciencia se va envolviendo en el caparazón del ego y se acostumbra sólo a pedir. Así comienza nuestro sufrimiento puesto que el egoísmo pide y pide y nunca está completamente satisfecho.

Por lo general, nuestro dar es condicionado. Un especie de trueque. Tanto me das, tanto te doy. Eso está bien para el comercio, pero con la vida no funciona y al final siempre se termina perdiendo. Cuando se hace contabilidad con los afectos, el saldo es siempre negativo.

En El Principito, Saint Exupery escribió: «Los hombres compran cosas hechas a los mercaderes, pero como no hay mercaderes de amigos los hombres se han quedado solos». El verdadero amor no tiene límites. Y como no tiene límite, todo lo que des te será devuelto. «Siembra viento y cosecharás tempestades». Siembra aunque sea una mirada de afecto, un gesto cariñoso, y recibirás todo el amor del universo.

Nuestro primer acto en esta vida fue una inspiración. El aire estaba ahí, esperándote, y llenó tus pulmones. Pero para continuar vivo tuviste que expirar. Recuérdalo.

Dar es la clave. Sin dar no hay recibir. Y cuanto más se da más se recibe. Esta es una ley cósmica, universal. Si se comprende esta ley, si se la pone en práctica, nuestra vida cambia sustancialmente. Tal vez al principio te cueste, por que piensas que si lo das todo te quedarás vacío. No tengas miedo. No es así, porque todo lo que das siempre vuelve a ti multiplicado. Inténtalo.

Compasión

Compasión es con – pasión. La pasión es uno de los grandes temas del ser humano. Es el motor que mueve al mundo. Une a los amantes y promueve las bellas artes. Pero también genera guerras y luchas por el poder. Nace de las entrañas. Es el amor hecho cuerpo. El apasionado se entrega de cuerpo entero a aquello que ama y pone en ello toda su energía. Pero este sentimiento va generalmente acompañado de envidia, ansiedad, angustia, temor.

Para el común de las personas, la pasión está siempre relacionada con el sexo, con los celos, las intrigas y las lágrimas. Con la emoción desbordada y el sentimentalismo. Esa es la pasión que conocemos. Cuando el amante dice: «Te amo más que a nada en el mundo», lo que en realidad está diciendo es: «No debes mirar a ningún otro más que a mí». Mal que nos pese, nuestras grandes pasiones son puro egoísmo. Son, en verdad, pequeñas mezquindades que se refieren siempre a nosotros mismos. Es por eso que nunca alcanzamos la verdadera felicidad.

Es natural que los niños sean egoístas. Ellos están formándose una personalidad, un ego. Pero en algún momento -si queremos crecer y madurar- debemos dar el salto, invertir la polaridad. El amor infantil de la envidia, los celos y el miedo, es la energía dirigida hacia un centro. Hacia un ego que pide, pide y pide y nunca está satisfecho. Si se comprende esto cabalmente, la madurez aparece.

De ese modo la pasión, que antes era pequeña y egocéntrica, se hace grande y se expande hacia todos los seres. Se transforma en compasión. Pasión-por-todo. Pasión-con-todos. La mayor felicidad. El amor auténtico está más allá de todo egoísmo. Es una expansión, una entrega sin límites, un puro y completo dar.

Deseo

El deseo y el miedo van juntos. Son las dos caras de una misma moneda. La dificultad para comprender esto reside en que, cuando vemos una cara, la otra queda oculta. Es así, aunque no se lo vea juntos, no se los puede separar.

El miedo es la espalda del deseo y viceversa. Ambos nacen en la inquieta mente del hombre, y están tan arraigados en nosotros, que no son pocos los que piensan que vivir sin miedo o sin deseos es imposible.

Si somos sinceros con nosotros mismos y nos observamos atentamente, veremos que siempre estamos anhelando, deseando alguna cosa. Vivimos como si algo nos faltara. Decimos: «Si pudiese alcanzar esto o aquello sería feliz». Somos como niños ávidos de juguetes que, aunque lo tengamos todo para estar contentos, siempre estamos deseando un juguete mas.

También decimos: «Si lograra escaparme de esto estaría tranquilo». Pero no lo logramos y, aunque nos ocultemos en el armario, siempre estará allí el temor y el deseo de alguna cosa nueva o diferente.

Escapar o perseguir, esa es la constante generada por nuestra inquieta mente. Siempre inquietos. Siempre corriendo. Siempre insatisfechos. Un eterno círculo vicioso sin principio ni fin.

Lo deseado nunca se alcanza. Es como el horizonte, cuando llegamos allí donde lo vimos, él está lejos. Todo cambió. ¡Estuviste tan enamorado! Y ahora miras ese rostro y te preguntas dónde está aquello que hasta hace poco parecía estar ahí. ¡Qué desilusión!

El mundo de las computadoras e Internet despliega ante nuestros ojos un fantástico universo virtual. El deseo hecho realidad. ¡Qué maravilla! Pero, en un instante… ¡Crac! Se «cae» el sistema y todo desaparece en menos de un parpadeo.

Cuando se comprende, cuando se deja de escapar o perseguir, surge la perfecta libertad.

Roshi Ryu Nan (Roshi Bustamante)

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