La Muerte y el Karate

Posted by on junio 15, 2014

La Muerte y el Karate

La muerte constituye un elemento importante en el existir del hombre. Grandes obras filosóficas, científicas y artísticas se han abocado a su estudio.

En las siguientes líneas trataré de desarrollar la relación que guarda este evento con el camino del Karateca.

No es desconocido para cualquiera que haya estudiado las leyes de la termodinámica que la vida aparece como un fenómeno que pareciera remar en contra de la corriente en el universo. Este último, según explica la termodinámica, tiende naturalmente hacía estados desorganizados ( lo contrario de la vida). Esto significa que la vida surge sólo a partir de un gran esfuerzo energético ( en el sentido termodinámico). También hace que apenas se inicia el proceso de existencia de un ser humano, este tenga que mantener una constante lucha para evitar su desaparición. Somos un resultado entre dos fuerzas que tiran en sentido opuesto. Nos estamos muriendo constantemente y por tanto vivimos. Sin esta contradicción la vida como tal no existe. La muerte no es contraria a la vida, la contiene.

Los impulsos agresivos

Si entendemos por un segundo la conducta de los seres vivos como generada por impulsos, veremos que en todos ellos hay una tendencia a lo que los biólogos llaman “instinto de autoconservación”. Este instinto contiene en el muchos impulsos agresivos ( las pulsiones agresivas para el sicoanálsis). Estos nacen de la misma biología de los seres vivos, los hombres entre ellos. Están diseñados para proteger el organismo vivo de la muerte. Por tanto, fuera de todo marco ético- moral, existen para que la vida pueda ser.

La muerte en la vida diaria

Si bien todos sabemos racionalmente que nos vamos a morir, no estamos ordinariamente concientes de ello. De ello el sólo hecho de hablar de la muerte, no significa estar conciente de ella. La muerte es una palabra no una vivencia.

Entonces , ¿no sabemos que nos vamos a morir?. La verdad es que pareciera que sí. Aunque este reprimido, todos sabemos , profundo en nosotros, a cada instante que nos vamos a morir. Lo hemos sabido siempre. De hecho casi todo lo que nos es propio como seres humanos, toda la cultura, como nos organizamos, es una manera de contrarrestar el hecho de que vamos a morir. El hombre vive montando un teatro para soñar que es trascendente e infinito, por temor a la muerte.

Porque tememos a la muerte?

Dentro del budismo, uno de los requisitos, para lograr la iluminación es develar “la ilusión del yo”. Es el yo quien le teme de la muerte, pues desde sus inicios y como razón de existir se ha apegado a sí mismo. Al yo le gusta existir y como sabe que no tiene intrínsecamente esencia, se da ínfula de ser. Ahí es donde uno debería preguntarse: ¿cual era tu rostro antes de que tus padres nacieran?

La ilusión de este yo es la raíz de la muerte, si yo me muero el yo deja de existir. Si todo lo que soy es el yo, al morir no soy. Eso es lo que más tememos.

El Karate

Al iniciar el entrenamiento es común ver a los alumnos fascinados con las capacidades físicas, con el poderío destructivo que la técnica puede alcanzar. Se sueña con tener la técnica secreta, la supremacía. Esto es una traducción de los impulsos agresivos que todos los seres humanos poseen. Esta avidez aumenta en los primero años y en la medida que el alumno aprende y se hace diestro en la técnica. Podríamos decir que al someterse a este entrenamiento el alumno se va dando cuenta a través de los ataques de los compañeros, que teme. Este temor proviene a su vez de que el yo sabe interiormente que si lo dañan suficiente, se muere. Entonces se reacciona tratando de ser más efectivo, más destructor, logrando negar la realidad de la vulnerabilidad. Así apaciguamos el temor a desaparecer.

En Karate en vez de negar la agresión, la abordamos, la usamos para llegar a la esencia de la existencia. Al llegar al dojo la agresión puesta en forma explícita y cruda, le recuerda a cada uno de los alumnos que la muerte existe, sean o no concientes de ello.

En el tiempo el buscar ser más poderoso comienza a ser inútil. Vivimos la frustración de que siempre podemos ser vencidos. La omnipotencia del yo comienza a debilitarse.

El miedo a la propia agresión

En un punto que generalmente ocurre cercano al 1ero 2do kiu, el alumno de pronto se vuelve muy temeroso. Empieza a tener angustia al combatir, Interiormente, aunque el no sea conciente de ello, ve que en la medida que su capacidad destructiva a aumentado, también se ha hecho más patente la muerte. Se ha dado cuenta que así como el puede matar a otros , el también puede ser muerto.

La duración de este período es variable , pero es del orden de años. Es posible que deje de practicar o incluso comience a encontrar el karate “una actividad muy violenta”. Lo que ve, no es la violencia del karate, si no su propia agresividad y mortalidad.

Hacia el horizonte

Pero el camino no se detiene aquí. Paralelamente a comenzado a desarrollar otras habilidades que le permitirán sortear este obstáculo. Ha comenzado a liberar su atención presa y es capaz de ver su propio funcionamiento mental. Esto mismo le ha permitido tener cada vez más ki disponible.

Al desapegar la atención, comienza indagar en las capas que constituyen lo que el creía era su identidad. Vivirá la experiencia de no encontrar consistencia al yo y a la individualidad. Verá como el funcionamiento dual de su mente, esta acuñando el miedo a la muerte. Si no mata agrada, si mata desagrada. Para ello podrá usar las mismas experiencias de práctica, ahora con un sentido distinto. Cuando vea venir un tzuki a su rostro podrá ver a través de la atención libre, sus miedos, y detrás de ello, su muerte. Esta así mismo se convierte en fiel compañera, pues pone las cosas en perspectiva y saca el velo de sus ojos. “Mira a la muerte detrás de tu hombro izquierdo,” decía Don Juan.

Finalmente al vencer la dualidad , verá al yo como una ilusión. Y cuando esta desaparezca, ya no habrá nada que defender, nada que se pueda morir, con ello la muerte tomará su lugar como un no-dos junto a la vida.

Erich Kamann
3er Dan
Santiago, diciembre 2003.

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