Psicoanálisis, Matemáticas y Zen

Posted by on junio 15, 2014

Psicoanálisis, Matemáticas y Zen

Intersecciones

Que el universo del discurso sea inconsistente, que algo del discurso no halle en él su curso, es decir, que la vía del significante no pueda responder por el Todo, no es algo que a los analistas pueda dejarnos indiferentes, en la medida que, si bien el inconsciente posee una dimensión que es la de un saber articulado, como discurso del Otro, esa dimensión conlleva un límite, cuyo abordaje diferencia radicalmente la práctica psicoanalítica de cualquier otra.

Tomaré una doble vertiente de referencia para abordar la noción del «no -Todo» en el psicoanálisis tal como la decanta Lacan, pero que una atenta lectura de Freud no nos impediría hallarla en su obra. Tomar las relaciones del sujeto con el saber y la verdad por el sesgo de las religiones y de la ciencia moderna no es mera analogía intelectualista, mucho menos cuando sabemos del esfuerzo de Freud al trazar las coordenadas de la religión Judeo-cristiana, que no tenía otro sentido que hacer aparecer en ellas los mecanismos conocidos de la neurosis obsesiva. Tampoco es de poca monta que Lacan hay promovido al sujeto de la ciencia como el sujeto implicado en la praxis psicoanalística misma (1).

¿Qué puede decirnos el budismo acerca de las relaciones de su sujeto con la verdad?

En principio, y para no forzar relaciones, dejemos sentado que Buda no es Dios, lo que equivale a decir que el mito freudiano del padre no halla su operancia en los sujetos cuyo Otro (A) implica al primero. O sea, el universo simbólico que configura a la cultura oriental no es el mismo que el nuestro, sujeto a la arcilla occidental judeo-cristiana, lo cual dicho sea de paso, hace improbable, y tal vez impensable, al psicoanálisis en Oriente. Pero comunicadas ambas religiones por el rasgo común que Lacan aisla en todo sentido religioso (2), la reflexión sobre el budismo se nos autoriza por lo que de agujero, pérdida o falta haya en él.

Leemos en Douglas Hofstadter al tratar el budismo que «la postura del Zen es que las palabras y la verdad son incompatibles o que, al menos no hay palabras que puedan capturar la verdad «(3). Se nos dice que la meta de esta religión es la iluminación, la cual consiste en trascender el dualismo, es decir la división conceptual del mundo en categorías. Pero la esencia del dualismo se halla en la palabra, ya que cada palabra representa una categoría conceptual. Pugnará la filosofía Zen, por tanto, de librarse del dualismo (sin que sea del todo erróneo atribuirle a éste el color de la dimensión imaginaria) de las palabras, mas propias al engaño que al revelación última. «Las palabras -continúa Hofstadter- conducen a cierta verdad (y a cierta falsedad quizá también), pero de ningún modo a TODA la Verdad. Confiarse en las palabras para alcanzar la verdad es como confiar en un sistema formal incompleto para alcanzar el mismo fin» (3).

La pregunta casi forzosa sería: ¿Y en qué otra cosa, entonces, podrán confiar los adeptos al Zen, fuera de las palabras? La respuesta a este dilema, en boca del monje Zen Mumon, no es menos inquietante:»no puede ser expresado con palabras y no puede ser expresado sin palabras”. Se puede concluir por lo tanto, que el Zen reconoce sus limitaciones propias, sin que tenga la respuesta de lo que está más allá del Zen. Si el Zen es un sistema, no puede ser a la vez su propio meta sistema, y algo quedará por fuera de él que no puede ser comprendido en su interior. No es otro el sentido dado la respuesta del monje Tozan a su discípulo, reproducida como epígrafe de estas líneas.

La otra referencia (de aparición más frecuente en la obra de Lacan) tiene su dominio en las ciencias llamadas «exactas»: es el famoso Teorema de la Incompletitud o Teorema de la Inconsistencia, con el que un joven alemán, Kurt Gödel, trazó en las matemáticas un surco comparable a las heridas narcisistas develadas por Freud en el conjunto de la humanidad.

Hasta 1931, año de la publicación de su trabajo fundamental, todos los sectores del pensamiento matemático admitían que los «Principia Mathemática», de Whitehead y Russell, tratado monumental sobre la lógica matemática y sus fundamentos, eran suficientes para explicar por medio de su método -llamado «axiomático» – todas las proposiciones verdaderas suscitadas en el campo de su investigación. Nos dice E. Nagel y J. Newman: «los matemáticos creían que el conjunto propuesto en el pasado para la aritmética era realmente completo o, en todo caso, podía completarse con el simple expediente de agregar un numero finito de axiomas a la lista original » (4)

En otras palabras: gracias al método axiomático, nada en el seno de las matemáticas podía quedar exento de demostración. Pero con Gödel, el copete de los matemáticos se dobla sin apelación, pues demostró que el método axiomático posee ciertas limitaciones intrínsecas que excluyen la posibilidad de que «ni siquiera la aritmética ordinaria de los números enteros pueda ser plenamente axiomatizada; los axiomas de la aritmética son incompletos, en la medida de que no podemos deducir TODAS las verdades aritméticas de los axiomas»(4). La sorprendente conclusión de Gödel, fue: las matemáticas son «esencialmente incompletas». Pero no solo en la medida que se las aborde por el sistema propuesto en los «Principia…», sino que tampoco ningún sistema podría producir todas las verdades relativas a la teoría de los números, salvo que se tratara de un sistema no coherente (es decir, con contradicciones).En suma: las matemáticas no pueden responder por todo lo que ellas mismas implican.

La síntesis de lo que hemos dicho hasta aquí cabe en pocas letras: la verdad es NO TODA.

Cito al Lacan de «Televisión»: «Digo siempre la verdad, no toda, porque a decirla toda uno no llega; decirla toda es imposible materialmente, faltan las palabras; es incluso por ese imposible que la verdad alcanza a lo real». La ligazón que Lacan establece entre la falta de las palabras y lo que él denomina lo real, tiene consecuencias clínicas que, no por poco evidentes, dejan de imponérsenos. Lo simbólico como tal produce un efecto de imposibilidad como límite a sí mismo. Su nombre es lo real. Y lo mínimo que puede decirse de él es que, sea lo que sea, es aquello que no entra en lo simbólico, esto es, su límite. La búsqueda de la verdad por la vía del significante, es decir lo propiamente simbólico, conlleva en sí misma un punto de irreductibilidad. Si algo implican los referentes elegidos es que es imposible «decir» lo verdadero sobre lo verdadero: en tal sentido, ni el Zen ni las matemáticas poseen una meta sistema para dar cuenta de sí mismos, no existe el «metazen», ni la «metamatemática». Del mismo modo, el sujeto humano, tomado en las redes del lenguaje, no puede hacer recurso a éste, para decir lo verdadero sobre lo verdadero, en tanto y en cuanto es esta falta misma la que lo constituye como sujeto del inconsciente. A esta falta en la estructura (ya que hablamos de la estructura que le cabe al psicoanálisis), producida por el efecto del significante (S) sobre un conjunto (A), Lacan le designa un matema cuya escritura es S(A) -barrado-, que se lee «significante de la falta del Otro». Sobre este matema y sobre lo que de la falta traduce, podrán inscribirse por turno diversos conceptos de mucho peso, tanto freudianos como de Lacan, de acuerdo al contexto en que se los emplee. Así, por ejemplo, el lugar de este matema en Freud puede ser ocupado por la represión primaria (Urverdrängung) o por el ombligo del sueño, o por la roca viva de la castración. Y, en Lacan, por el significante fálico, por el objeto a, o bien para decir lo que queda en exclusión simbólica en cada modalidad de estructura clínica (Nombre del Padre en la psicosis, sujeto en la neurosis).

Ensayando pares de oposiciones, tendremos entonces, al significante por un lado, y su límite, lo real, por el otro. Al inconsciente, podemos ubicarlo del lado del primero, y del lado de lo indecible, podemos apoyarnos en Freud, para ubicar allí esa demanda «silenciosa», que es la pulsión. Pero, si estamos en el campo de la pulsión, en suma, aquel que refiere al objeto a, y que conecta a los que puede llamarse la «realidad sexual», la sexualidad propiamente dicha, a este campo lo estamos definiendo también por la carencia del significante para totalizarlo. Y Lacan le atribuye un nombre a este significante faltante: el de «La» mujer. Por ello puede decir- luego de pedir disculpas a las feministas del MLF – «La mujer no existe» (5). Los significantes, y en primer lugar aquellos que articulan al complejo de Edipo, van al lugar de recubrir la falta que ellos mismos producen, lo cual fuera entrevisto por Freud, menos en su práctica, que en su teoría acerca de ella (6).

En esta cascada apresurada de conceptos de los últimos párrafos se contornea un recorrido de Lacan, que va de su teoría del significante a su hiancia, pero que además permite interrogarnos por el modo en que esta dimensión de falta en el significante diferencia a la práctica analítica de cualquier otra a la vez que nos impulsa a dar cuenta de su incidencia en la dirección de la cura en la primera. Porque concebir la inexistencia del significante para La mujer borra cualquier ilusión de complementariedad entre los sexos, cualquier posibilidad de una relación instintual entre el hombre macho y la hembra. Es cierto que los analistas posteriores a Freud y a las psicoterapias que se jactan de nutrirse en su invención descuidaron el hecho cuyo brillo hace palpar Lacan, y es que el psicoanálisis es una experiencia de discurso, pero a mi juicio la distancia se ahonda aún más al haber suprimido aquellos ese punto de irreductibilidad del significante imaginando (digamos, imaginarizando) que la relación sexual, en el sentido que le aporta Lacan, es posible, o para ser más preciso en los términos, es contingente, (o sea «cesa de no escribirse», por oposición al «no cesa de no escribirse», que enmarca la imposibilidad de lo real de la relación sexual (7). A esta contingencia los diversos autores y teorías le irán dando diversos nombres y sopesando en formas diversas sus consecuencias: se hablará así de yoes autónomos, de rectificaciones en las percepciones de la realidad, de objeto totales, de identificaciones al analista, etc.,

Lo que se intenta destacar aquí es que si se asume la verdad sin el límite de ésta imposibilidad lógica, el psicoanálisis se transforma en otra cosa. Existe pues, una hiancia, un agujero por el cual el saber inconsciente se presenta imposibilitado para escribir la relación sexual. Por lo tanto, preservar el lugar de lo indecible forma parte de una ética del psicoanálisis, y ese lugar comanda al acto analítico, vía deseo del analista.

Concluyo con una cita de Celia Rocca, donde se da cuenta de uno de los modos en que el no- todo del significante hace su eclosión en el marco de un análisis, y cuyo abordaje está cerrado a la vía interpretativa (es decir, la vía del significante) y que llama al analista al manejo de la transferencia:

«Si tomamos al acting.out siguiendo a Freud y a Lacan como la puesta en acto (Agieren), debemos pensar que es un encuentro inevitable en todo análisis, en tanto es un modo de poner en escena, de hacer jugar en la transferencia lo que es de suyo irrecordable, algo de lo real que lo Significante no alcanza a recubrir. Por eso es una categoría clínica privilegiada para ubicar la dimensión y la presencia de la pulsión y de su objeto en la transferencia» (7)

Luis Camargo <lcamargo@genesysrg.com>
Psicoanalista

homepage:
http://www.genesysrg.com/~lcamargo
http://www.psiconet.com/camargo

NOTAS:
(1)- J. LACAN «La Ciencia y la Verdad». Escritos II p. 837.-

(2)- «Lo que del bien es sacrificado por el deseo, esa libra de carne, es justamente lo que la religión se dedica a recuperar. Es el único rasgo común a todas las religiones, se extienden a toda la región, a todo el sentido religioso» J. LACAN, Sem. VII LA ETICA p. 383

(3) DOUGLAS R. HOFSTADTER, «Un Eterno y Gracil Bucle » p.280/3.

(4)-E. NAGEL Y J.R. NEWMAN.»El Teorema de Gödel», p. 20-105.

(5)-«LA mujer no existe. Hay mujeres, pero La mujer es un sueño del hombre. No solo no hay LA mujer, sino que La mujer se define por el no-toda» J. LACAN,»Conferencia en Ginebra»

(6)- Refiriéndose a la investigación sexual infantil dice Freud. «Es conocido como reaccionan a la primera percepción de la falta pene en las niñas. Niegan tal falta, creen ver el miembro y salvan la contradicción entre la observación y el prejuicio pretendido que el órgano es todavía muy pequeño y luego crecerá» (Organización Genital Infantil p.2699) Se destaca el carácter de subterfugio, de velo que tienen estas construcciones sgtes, ya que van a tapar esa falla en la estructura simbólica que es la castración.

(7)- CELIA ROCCA, seminario «La Dirección de la Cura» en Intersecciones.

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