La enseñanza de un gato

Posted by on junio 15, 2014

El Gato

Ya hace algún tiempo, me encontraba bien metido no tan sólo con la práctica del Karate, sino que también descubriendo y conociendo «nuevas» cosas, que en el fondo, y viéndolo con algunas lunas más, son La Vida como esencia.
Entre las muchas cosas que se conversaban (y aún se conversa) antes y después de la práctica, escuché de mi Sensei una frase que en el momento me tocó y bastante: «…El Guerrero puede ser muerto, pero Jamás ser Vencido…». Siendo bien franco me quedó dando vuelta en mi cabeza, y lo internalicé tal cual era, una buena frase bonita, con cierta lógica y por que no decirlo, «creía sentirla» como algo propio.

Está demás decir que la Vida se encarga como un acto casi mágico, y por la cual la hace tan bella, de demostrarme que las experiencias vividas son realmente de las que se aprende; si estoy en un período de poca humildad, me recuerda que sólo soy alguien que viene a aprender. Si ando con mucha carga, sale la mano que me agarra casi en el aire a ayudarme.

Era como las 8 de la noche en un día de invierno, de mucho frío. Ya estaba oscuro, y estando en la casa de mis viejos aun viviendo con ellos, me tocó conocer a un verdadero Guerrero.

Un gato tuvo la ocurrencia de entrar a la casa quien sabe por qué (creo saberlo), sólo teníamos que estar allí. En ese tiempo en mi casa teníamos dos perros grandes, Rambo (mi perro Rambito), y a Dick (el Chico), ambos perros de talla grande, muy fuertes y jóvenes. El Chico era dálmata, y Rambito tenía un mestizaje de dálmata, ambos con un instinto cazador muy fuerte. Los perros vieron a este Gato dentro de una pieza atrás en la casa, y sin titubear, saltaron ambos a su caza cuál presa de caza era… hasta que lo pillaron.

Primero lo tomó Rambito, y el Gato en una lucha sin descanso ni cuartel, luchó y luchó hasta lograr zafarse de él, justo en el momento que el Chico lo pescaba con su hocico para proseguir con su cacería. Entre mi mamá y yo no fuimos capaces de tomar a ambos perros, ni siquiera a uno, y el Gato frente a ellos sólo junto con su humanidad felina, seguía sin rendirse. Se sacó al Chico de encima, y como no fuera poco, Rambito estaba atento ante cualquier «error» del Chico, y lo vuelve a pescar. El Gato nunca paró de luchar; unos lo llaman insitinto de supervivencia, otros lo llaman dolor y miedo a él. Yo en él reconocí a alguien: «…al Guerrero que no fue jamás vencido, aunque si fue muerto…»

Después el Gato se zafó de ambos perros y se refugió en un sector donde sólo él entraba. Sacamos a ambas bestias (así los vimos junto a mi mamá), y fuimos a atender a El Gato que se había enfrentado a Rambito y al Chico. El Gato estaba moribundo, jadeante y muy cansado, un suspiro de Vida le quedaba para enseñarme una de las más grandes lecciones de vida: «EL GUERRERO PUEDE SER MUERTO, PERO NO SER VENCIDO». Luego de eso, partió a proseguir con su camino de vida, tomando su última bocanada de aire en mis manos.

La historia es real y de hecho no es bonita ni con final feliz, pero la enseñanza de vida que dejó fue tremenda; cada vez que estoy en una situación difícil, me recuerdo de aquel Gato, que me enseñó a levantarme a la adversidad y seguir al frente, fue así que pude entender a mi Sensei cuando decía «…El Guerrero puede ser muerto, pero Jamás ser Vencido…», hay que tener una actitud de Gato para con todo proyecto que tengamos al frente, en las cosas cotidianas y también en las cosas importantes…es esa la actitud del Guerrero, es eso lo que se reconoce y valora, es esa actitud la que debe prevalecer ante todo.

Gracias

Luis Eduardo Araya M.
C. Negro 2º Dan
Abril del 2004

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